El Sonido de la Sirena.

Las noches de paz son muy aburridas en los submarinos de guerra (pero un guerrero veterano aprende a disfrutar del aburrimiento, y las palabras: "sin novedad" son música en sus oidos). De todos modos, toca estar alerta, no sea que a lo casi imposible le dé por ocurrir a las cuatro de la mañana.

Y, aparentemente, iba a ser una de esas noches.

-Oficial de guardia, aquí puesto de vigilancia óptica. ¿Puede vernir, por favor?

-Óptica, ¿qué ocurre?

-Mi oficial, es mejor que venga.

-Óptica, ¡¿qué ocurre?!

-Mi oficial, es que si se lo cuento, no me va a creer...

El alférez Dawkins resopló. No sabía quién estaba en aquel puesto de control, pero le iba a cobrar con intereses el paseito. No es bueno enfadar a un oficial que se está comiendo una guardia nocturna.

-A ver, cabo. ¿Qué pasa?

-Mire, mi alférez -replicó el operador señalando a la pantalla.

El oficial clavó la mirada medio dormida en el monitor. En pocos segundos, el sueño dio paso a la perplejidad.

-¡Eso es un pez, es un efecto óptico!

-Con el debido respeto, mi alférez. No lo es. Es lo que parece.

-¿Usted cree?

-Este cacharro cuesta 100 millones de dólares. Es a prueba de efectos ópticos.

En mitad de la pantalla, una criatura mitad mujer de largos cabellos, mitad pescadilla de ración dormitaba tranquilamente en una roca.

-¿A qué distancia está?

-Poco más de 6 millas, señor.

-Pues nada, dé orden al puente de mando para que corrijan el rumbo y no la atropellen.

-Pero, señor...¡Es bellísima!

-¡Como si es la maldita Miss Texas-El Paso, cabo! Mire, no es una amenaza del enemigo. Es fauna marina, y a la fauna marina hay orden de dejarla en paz.

-Pero, mi alférez, la Ciencia, la Humanidad...

-La Ciencia y la Humanidad están muy felices en su ignorancia, y es mejor que sigán así. Esa pobre chica -o lo que diablos sea- está tan tranquila, y lo justo es no complicarle la existencia. ¡Y como le cuente esto a alguien, van a pesar que estaba usted borracho, y ya sabe que al capitán no le gusta que la gente beba mientras le vigila las espaldas al Tio Sam!

-A sus órdenes, mi alférez.

-Pues eso. ¡Y que sea la última vez que me molesta por una tontería así!